La calavera de Connemara


de Martin McDonagh
Con Pol López, Oriol Pla, Xavi Sáez y Marta Millà
dirigida por Iván Morales

Sala La Villarroel, Barcelona


Para los que conozcan otros trabajos del autor irlandés Martin McDonagh, no les sorprenderá el tono salvaje y en ocasiones violento de esta Calavera, que hay que relacionar con La reina de la belleza de Leelane y The Lonesome West, pues forma parte de su trilogía más rural, más profundamente irlandesa. Inmensamente popular en los países de habla inglesa, es el autor más representado en Estados Unidos después de Shakespeare.

Mick (Pol López, inmenso como siempre), recibe la visita rutinaria de Mary (Marta Millà), una mujer muy religiosa, muy alcohólica y muy ludópata de bingo que le recuerda el mes en que se encuentra y la estación del año que es. Se dedica a engañar a turistas norteamericanos diciendo que en su casa se rodó El hombre tranquilo. Ya llega la época en que Mick deberá ejecutar el encargo que le hace anualmente el párroco de la iglesia local, desenterrar los restos de los muertos de hace siete años para dejar paso a los próximos entierros, ya que el camposanto del pueblo es pequeño.  

Pero este año se dan dos nuevas circunstancias: tocará desenterrar el cuerpo de la mujer de Mick (hay rumores en el pueblo de que murió en extrañas circunstancias) y el párroco ha decidido que le ayude Mairtin, el bala perdida del pueblo que interpreta un Oriol Pla que es seguramente el mejor actor que ha surgido en los dos últimos años en el panorama teatral. No es explosivo, sino lo siguiente. Completa la galería de inquietantes personajes Thomas (Xavi Sáez), un policía no muy listo que admira al detective Colombo.





Comedia negra que tiene un fondo muy dramático, sobre la culpa, la redención y la maledicencia de los pueblos pequeños, lleno de referencias locales pero tan bien encontradas, que hacen a los protagonistas y la historia totalmente familiares y reconocibles. Ahogados en poitín la mayor parte del tiempo o escuchando a Sinéad o'Connor, son entrañables. 

Hay una escena que es cumbre y antológica, que no quería desvelar pero ya han escrito sobre ella, por lo que me he decidido a comentarla: en la segunda mitad de la función, en plena catarsis dipsómana,  Mick y Mairtin se marcan una coreografía de Nothing Compares to you que deja embobado a todo el público y que perdurará para siempre en nuestras memorias. El personaje de Pol López, que parecía ahogado en tristeza, se desmelena en ese momento y el de Oriol Pla, que no se puede desmelenar más, recrea un enésimo giro emocional para acabar en un juego de acrobacias en conjunto. Una escena que hace que valga la pena, no ya el precio de la entrada, sino que justifica toda la función en sí. 

El público barcelonés, que es tan comedido, se levanta de sus butacas y aplaude a rabiar. Por algo será. ¡Hay que verla!



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