Jardiel, un escritor de ida y vuelta


Basada en Un marido de ida y vuelta, de Enrique Jardiel Poncela
Con Chema Adeva, Felipe Andrés, Raquel Cordero, Paco Déniz, Jacobo Dicenta, Luis Flor, Carmen Gutiérrez, Paco Ochoa, Paloma Paso Jardiel, Lucía Quintana, Cayetana Recio, Macarena Sanz, Juan Carlos Talavera, Pepa Zaragoza
Dirigida por Ernesto Caballero
Teatro María Guerrero,  Madrid


Una obra que nos daba un cierto respeto porque hemos visto adaptaciones de dramaturgos españoles populares del siglo XX con bastante caspa, la última aquí. Sin embargo a nuestro entender esta versión sale mucho más airosa y la recomendamos encarecidamente.

Ernesto Caballero repite la jugada que hizo en La vida de Galileo la temporada pasada, a saber: hacer partícipe al autor del texto de una manera muy especial, haciendo que un actor (magnífico Jacobo Dicenta, muy bien caracterizado además) se desdoble en un personaje de la obra y en el mismísimo don Enrique. Aunque nos parece una repetición, bien es verdad que sólo se copia a sí mismo y una vez más es un feliz hallazgo, y Jardiel Poncela tiene la oportunidad de defenderse de quien le critica desde la óptica de hoy en día. Su relación con la época que le tocó vivir no estuvo exenta de conflictos, y fue tildado de franquista durante la guerra civil y de libertino en los años de plomo del régimen. Finalmente acabó sus días prematuramente y olvidado de una manera injusta.


Aunque se haya llamado teatro del absurdo al teatro de Jardiel Poncela, no tiene nada que ver con el teatro del absurdo de Beckett o Pinter. Se puede comparar más con un Joe Orton, un teatro de la farsa, o con una comedia ligera cualquiera del cine de Lubitsch. Absurdo aquí significa falto de lógica o inverosímil, a medio camino entre la sofisticación y la chaladuría. Un marido vuelve del más allá dos años más tarde para asegurarse de que su amada viuda está bien. Muy divertida, la magia del texto consiste en renovar de alguna manera el sentido del humor castizo, antiguo para entrar de lleno en la modernidad. No se entenderían muchos autores actuales sin esta transición.

Los actores y actrices cogen muy bien el tono de esa frivolidad que dice más cosas de las que salen de las bocas de sus personajes, muy bien dirigidos y conjuntados entre sí. La escenografía de un palco teatral, como si los personajes se movieran en un reflejo del mismo Maria Guerrero sirve para enmarcar la época, pero también para que nos preguntemos si somos muy diferentes en realidad de ellos.


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